PASTORAL DE LA ESPERANZA- Arquidiócesis de Concepción

Acoger, acompañar y evangelizar con renovado espíritu misionero, a todas las personas que pasan por situaciones de dolor y sufrimiento en todas sus formas de expresión

Unidos en Cristo

Por un camino de Esperanza


07 enero 2010

Lo que dicen del sufrimiento grandes personajes

  • El sufrimiento es también una realidad misteriosa y desconcertante. Pues bien, nosotros, cristianos, mirando a Jesús crucificado encontramos la fuerza para aceptar este misterio. El cristiano sabe que, después del pecado original, la historia humana es siempre un riesgo; pero sabe también que Dios mismo ha querido entrar en nuestro dolor, experimentar nuestra angustia, pasar por la agonía del espíritu y el desgarramiento del cuerpo. La fe en Cristo no suprime el sufrimiento, pero lo ilumina, lo eleva, lo purifica, lo sublima, lo vuelve válido para la eternidad
                                                                              Juan Pablo II, Alocución 24-III-1979



  • Ahora me alegro de mis padecimientos por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a la Pasión de Cristo en beneficio de su cuerpo, que es la Iglesia (Col 1,24). En el Cuerpo de Cristo, que crece incesantemente desde la Cruz del Redentor, precisamente el sufrimiento, penetrado por el espíritu del Sacrificio de Cristo, es el mediador insustituible y autor de los bienes indispensables para la salvación del mundo. El sufrimiento, más que cualquier otra cosa, es el que abre el camino a la gracia que transforma las almas. El sufrimiento, más que todo lo demás, hace presente en la historia de la humanidad la fuerza de la Redención. Sabéis bien que quien sufre no busca sólo un alivio a sus dolencias o limitaciones, sino también al hermano o hermana capaz de comprender su estado de ánimo y ayudarle a aceptarse a sí mismo
                                                                             Juan Pablo II, Salvifici Doloris nº 27


  • Considerar el dolor como una experiencia únicamente negativa, hasta el punto de dudar de la bondad de Dios. En el Cristo paciente todo enfermo encuentra el significado de sus propios padecimientos. El sufrimiento y la enfermedad pertenecen a la condición del hombre, criatura frágil y limitada, marcada desde el nacimiento por el pecado original. Sin embargo, en Cristo muerto y resucitado la humanidad descubre una nueva dimensión de su sufrimiento: en vez de ser un fracaso, constituye una ocasión para dar testimonio de fe y amor.
  • Sabed encontrar en el amor "el sentido salvífico de vuestro dolor y las respuestas válidas a todas vuestras preguntas"(Salvifici doloris 31).
  • Vuestra misión es de un valor altísimo tanto para la Iglesia como para la sociedad. Vosotros, los que sufrís, sois los predilectos de Dios. Como hizo con todos los que encontró por los caminos de Palestina, Jesús os dirige una mirada llena de ternura; su amor no os faltará jamás" (Tours 21.IX.96).

  • Sed testigos generosos de este amor privilegiado, mediante el don de vuestro sufrimiento, que tanto puede contribuir a la salvación del género humano.                                                                           En una sociedad como la actual, que trata de construir su futuro sobre el bienestar y el consumismo y que valora todo según la eficacia y los beneficios, la enfermedad y el sufrimiento, que no pueden negarse, son alejados y vaciados de significado con el intento ilusorio de superarlos solamente con los medios que pone a disposición el progreso de la ciencia y de la técnica.
                                                                 Juan Pablo II, Mensaje en jornada mundial del enfermo 1997


  • nº 1500 La enfermedad y el sufrimiento se han contado siempre entre los problemas más graves que aquejan la vida humana. En la enfermedad, el hombre experimenta su impotencia, sus límites y su finitud. Toda enfermedad puede hacernos entrever la muerte.
  • nº 1501 La enfermedad puede conducir a la angustia, al repliegue sobre sí mismo, a veces incluso a la desesperación y a la rebelión contra Dios. Puede también hacer a la persona más madura, ayudarla a discernir en su vida lo que no es esencial para volverse hacia lo que lo es. Con mucha frecuencia, la enfermedad empuja a una búsqueda de Dios, un retorno a Él.
                                                                            Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1500-1501

  • Mientras estamos enfermos, podemos ser cargantes: no me atienden bien, nadie se preocupa de mi, no me cuidan como merezco, ninguno me comprende... El diablo, que anda siempre al acecho, ataca por cualquier flanco; y en la enfermedad, su táctica consiste en fomentar una especie de psicosis, que aparte de Dios, que amargue el ambiente, o que destruya ese tesoro de méritos que, para bien de todas las almas, se alcanza cuando se lleva con optimismo sobrenatural - ¡cuando se ama! - el dolor. Por lo tanto, si es voluntad de Dios que nos alcance el zarpazo de la aflicción, tomadlo como señal de que nos considera maduros para asociarnos mas estrechamente a su Cruz redentora                                                                                                                                                              San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, nº 124

  • Una visión del mundo que no pueda dar sentido al dolor, y hacerlo precioso, no sirve en absoluto. Ella fracasa precisamente allí donde aparece la cuestión decisiva de la existencia. Quienes acerca del dolor sólo saben decir que hay que combatirlo, nos engañan. Ciertamente, es necesario hacer lo posible para aliviar el dolor de tantos inocentes y para limitar el sufrimiento. Pero una vida humana sin dolor no existe, y quien no es capaz de aceptar el dolor rechaza la única purificación que nos convierte en adultos. En la comunión con Cristo, el dolor llega a adquirir su significado pleno, no sólo para sí mismo, como proceso de purificación en el que Dios retira de mí las escorias que oscurecen su imagen, sino también más allá de mí mismo: Él es útil para todo, de manera que todos podamos decir con San Pablo: Ahora me alegro en mis padecimientos que soporto por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia (Col 1, 24)                   J. Ratzinger, Ser cristiano en la era neopagana, Ed. Encuentro 1995
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  • Amor y dolor forman un binomio que va estrechamente unido en nuestra fe cristiana. Amor y dolor son realidades que se implican, que viven estrechamente unidas en la imaginería cristiana que llena nuestras iglesias, nuestro templos, y en lo más profundo del corazón de los cristianos. Amor hecho dolor y dolor siempre vivido en el amor, siguiendo el ejemplo de Cristo. El dolor sin amor sólo engendra amargura y desesperación, rebeldía y desesperanza. El amor sin dolor es frágil, superficial, incompleto, antojadizo. La cultura en la que vivimos inmersos promete la felicidad en esta vida y se presenta como al alcance de la mano, algo fácil de construir sin demasiado esfuerzo, pero los seres humanos sabemos por experiencia que la felicidad en el amor requiere de la donación personal sacrificada. El dolor puede ser un camino hacia el amor; y al amor auténtico y completo sólo se llega por el dolor de la abnegación personal de sí mismo en favor del otro.                                                                                                El dolor es también un camino de esperanza gracias a la resurrección de Jesucristo. Eso es lo que refleja el rostro de La Piedad de Miguel Ángel: hay un dolor por su Hijo muerto y, al mismo  tiempo, una serena esperanza confiada en que no todo acaba ahí. Hay un después. El dolor no es el fin de la existencia humana, sino un paso, una Pascua hacia la salvación. El dolor es salvífico.                         Darío Castrillón, en Alfa y Omega, XII.2000

  • Dejadme que os confiese con sencillez que yo jamás pido a Dios que me cure de mi enfermedad. No lo pido porque me parece un abuso de confianza; pero, sobre todo, porque temo que, si me quitase Dios mi enfermedad, me estaría privando de una de las pocas cosas buenas que tengo: mi posibilidad de colaborar con Él más íntimamente, más realmente. Le pido, sí, que me ayude a llevar la enfermedad con alegría; le pido que la haga fructificar, que no la estropee yo por mi egoísmo o mi necesidad de cariño. Pero que no me la quite. Estar, vivir en el Huerto de los Olivos no es ningún placer, pero sí es un regalo, un don, tal vez el único que, al final de mi vida, pueda yo poner en sus manos de Padre. Decía el poeta Luis Rosales: Nadie regresa del dolor y continúa siendo el mismo hombre. El dolor aceptado con sabiduría y asumido serenamente, humaniza y hace al hombre más comprensivo y profundo. El dolor posee una fuerza especial de purificación y es capaz de cambiarnos humana y espiritualmente. Cuando el dolor hace acto de presencia en nuestra vida, puede ayudarnos en la sabiduría de la Cruz de Cristo que es siempre redentora y salvadora.                                                    La fe en Jesús muerto y resucitado da un profundo sentido al misterio del dolor. Hace que deje de ser absurdo y se convierta en fuerza salvadora. El amor a la Cruz entre los cristianos tiene una dimensión especial. Cuando llega un mal o un problema humano, lo menos conveniente es lamentarse o autocompadecerse, porque la vida sigue, y además nunca tendrá fin. Lo importante es mirar a la Cruz de Cristo y ver que con Él, se encuentra sentido al dolor. Es redentor                                                 J.L.Martín-Descalzo, Reflexiones sobre un enfermo



4 Comments:

  1. Anónimo said...
    Hermosa labor,bendiciones a todos los que hacen posible esta hermosa mision
    Anónimo said...
    como no voy a tener fe
    Anónimo said...
    Agradecimientos: quiero que sepan las personas que dirigen este taller, lo que a mi me ha ayudado. Participè, el año pasado,en casa Betania, siendo mi guìa, Rina, una personita que con su templanza, cariño y con mucha fè en Dios, me ha ayudado a encontrar algo de paz en mi corazòn que està sufriendo desde la partida de mis dos hijas, Karen y Marian.
    Creo que ha madurado mi dolor, un poco, no hay tantas crisis como antes , y si las hay son màs llevaderas, las puedo soportar.Mis niñas hermosas hacen su parte y con la ayuda de Dios , encontrarè la calma para la ausencia fìsica de mis niñas amadas. entrando jesùs en mi corazòn ,se,que llegarè algùn dìa a sonreir y mis niñas tambièn.
    Muchas gracias a todas las personas que hicieron posible este encuentro con jesùs y su madre Marìa.
    lilian mora cadin.
    PASTORAL DE LA ESPERANZA said...
    Te damos las gracias a ti Lilian por tus hermosas palabras...nos alegramos que estes mas recuperada,y es probable que mañana el dolor que llevas se hara mas llevadero con la gracia de Dios.El Señor te cuida y protege al igual que tus hijas
    Te enviamos un gran abrazo y muchisimas bendiciones

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